Todavía
me quedan treinta minutos
de libertad.
Todavía
me quedan treinta minutos
antes de la condena a muerte
de un diablo.
Todavía treinta minutos
y Fausto vivirá.
Aún los minutos parecen
cosidos con grapas de plástico
y enmudecen lentos,
pesados tras la pesadez del tiempo.
Aún el aliento de mi estómago
palpita en el corazón del mundo
y el negro cuervo revolotea lejos
y no será capaz de encontrar
un cuerpo preso por la condena del tiempo.
Aún parece que el mundo huye
de mi lado
y las criaturas se arrastran a mis piés.
Los treinta minutos de la condena
eterna
son más eternos que cualquier eternidad.
El reloj ha perdido su materialidad
y no se oye su tic-tac
porque Fausto es presa del miedo
y el horror infernal de sus pupilas
recoje la imagen muda
de unas manillas circulares
que nunca terminarán con su tiempo,
porque el tiempo está dentro de él,
y él es el único dueño sobre el mundo
y el tiempo,
¿Cómo puede ser que esté asustado?
¿Cómo puede ser que lágrimas furiosas
resbalen hasta el centro del mundo
y se hagan piedras opacas
antes de salir de la habitación?
¿Cómo podrá ser que el cuerpo abandone
al alma?
AMIN